Doña Asunción tiene cuarenta y dos años, su
vida, según cuenta, no ha sido nada sencilla.
Originaria de la ciudad de Puebla ha
radicado en México, D.F., Estado de México, Acapulco y ahora lo hace en
Aguascalientes. Es una de doce hermanos, su papá, ya fallecido, solía tomar y
era un hombre violento. Su mamá, quien aún vive, radica en el Edo. De México.
Dice Doña Asunción, hará cochinito para un día visitarla.
Le encanta plantar en su patiecito, como
le dice ella, ha plantado limones, aguacates, nopales, ha intentado criar
pollos, quiere una gallina para así tener siempre huevos en la casa. Ahora
tiene tres pollitos y ya desea que crezcan y engorden para comérselos. Sueña
con volver al mar, pero no al horrible Acapulco.
No he sabido si asistió a la escuela,
pero es fácil deducir que sí, lee de corridito, sabe hacer cuentas y escribir.
No es ajena a la tecnología, aunque dice no saber usar una computadora, pero sabe
que en Google puede buscar recetas y que con el Google Maps puede recorrer
cualquier cuidad del mundo.
Nunca se casó, o al menos no de la forma
tradicional, pues a veces, cuando nos toca ver pasar a alguna novia, cuenta que
le gustaría casarse para usar un vestido de novia. Vivió con un hombre, padre
de sus dos hijos, un hombre y una mujer, ella de veinte años y el varón de
dieciocho.
Hace tiempo abandonó a su marido, o
mareado, como suele decir. Las razones, al menos una de ellas, que era/es un
hombre desobligado que nunca brindó la atención que requiere una familia. Asunción,
sin embargo, no se quedó en un rincón lamentándose.
La limpieza siempre ha sido su trabajo y
de ésta manera ha podido criar a sus hijos. Dice, no quiere ver a sus hijos
limpiando para los demás como lo hace ella y añade que no es porque sea algo
indigno, sino que quiere una mejor vida para ellos, que si bien no pudieran
llegar a tener una vida de lujos (sus hijos), que al menos tengan una con
menores carencias.
Su hijo, Víctor, estudia la
preparatoria, está a un año de terminar, su hija, Rocío, el pasado mes de enero
acaba de ingresar a la licenciatura en mercadotecnia. Esto, obviamente ha hecho
que la situación económica de la familia, que de por sí es complicada, se vea más
afectada, pues, por ejemplo, su hija que trabaja durante la mañana y estudia
por la tarde tenía que pagar algunas horas en un internet público debido a las
tareas con la desventaja –además del monetario- que sólo podía hacer uso de
este servicio por poco tiempo, por
cuestiones de horario. Por tal motivo, Doña Asunción tuvo agregar a la lista un
pendiente más, además de la comida, luz, agua, escuelas, transporte.
Platica de sus carencias, de sus
tristezas mientras baja el tono de voz, pero también platica a viva voz y con
una sonrisa esos momentos felices como los que pasaba en aquel embarcadero de
algún lugar del puerto de Acapulco, donde cuenta que comían pescado recién
traído y en donde sus hijos aprendieron a nadar y si bien ella nunca aprendió,
se lanzaba desde el muelle ataviada con su chaleco salvavidas.
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